Alexander, Lloyd by P4 Taran el Vagabundo

Alexander, Lloyd by P4 Taran el Vagabundo

autor:P4, Taran el Vagabundo
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


gratitud... y con la mía. —Doli asintió con cara de satisfacción y guardó cuidadosamente la joya en un bolsillo de su chaqueta de cuero—. Ha recorrido una distancia muy larga, y por fin ha vuelto a nosotros.

—¡Sí, sí! —gritó Gurgi—. Quédatela. Si el bondadoso amo no la necesita entonces Gurgi no quiere volver a ver nunca más esa piedra maligna. ¡Cuanto más lejos esté de ella mejor! ¡No permitas que vuelva a convertir en ratón al fiel Gurgi!

Taran contempló a Gurgi con cariño, se rió y puso la mano sobre su hombro.

—Morda no podría haber cambiado lo que eres realmente, de la misma forma que tampoco podía cambiar a Doli. Quizá tuvieras la apariencia de un ratón, pero seguías poseyendo el corazón de un león. Pero... ¿y yo? —murmuró con expresión pensativa—. Si me hubiera convertido en un águila enjaulada o en un gusano ciego... ¿habría podido seguir siendo yo mismo? ¿Habría seguido siendo Taran, cuando a duras penas sé quién soy realmente?

El sol había empezado a trepar por el cielo prometiendo un magnífico día azul cuando los compañeros abandonaron la morada del hechicero. El muro de espinos se había derrumbado junto con el poder maligno que lo creó, y los compañeros pudieron atravesarlo sin ninguna dificultad. Recuperaron a Melynlas y al pony de Gurgi, pero Fflewddur no accedió a hacer un alto para descansar hasta que estuvieron a una considerable distancia de allí, e incluso entonces el bardo siguió dando la impresión de encontrarse bastante nervioso. Gurgi abrió su bolsa de comida y Fflewddur se sentó en el suelo acariciándose las orejas con expresión absorta, como si quisiera asegurarse de que seguían teniendo la forma de siempre.

—¡Conejos! —murmuró el bardo—. Juro que jamás volveré a cazarlos.

Taran se sentó junto a Doli, pues tenía muchas cosas que contarle y muchas preguntas que hacerle. Doli había recuperado su ceño fruncido y su escasa paciencia habituales, pero el destello ocasional de una sonrisa delataba lo mucho que le alegraba volver a ver a los compañeros. Pero en cuanto Taran le hubo revelado el objetivo de su viaje el fruncimiento de su ceño se volvió todavía más profundo que de costumbre.

—¿Los Commots Libres? —exclamó el enano—. Tenemos muy buenas relaciones con la gente de los Commots. Les respetamos y ellos nos respetan. No encontrarás muchas tierras de Prydain cuyos habitantes tengan un corazón tan valeroso y un ánimo tan alegre. En los Commots Libres ningún hombre manda sobre sus compatriotas por haber tenido la suerte de nacer en el castillo de un rey en vez de en la choza de un granjero. Allí lo que importa es la habilidad que hay en sus manos, no la sangre que corre por sus venas. Pero no puedo decirte gran cosa sobre esas tierras, pues no mantenemos mucha relación con sus habitantes. Oh, sí, mantenemos abierto algún que otro puesto por si se diera el caso de que alguna vez necesitaran nuestra ayuda, pero eso es algo que ha ocurrido muy pocas veces en la historia de Prydain.



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